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Alejandro Gonzalez

Podrías contarnos cómo y cuándo comenzaste tu andadura como “Luthier”.

Desde muy pequeño, fui un apasionado por la guitarra. En mi casa, nunca aceptaron ese hecho como algo principal, por lo que jamás conseguí ni estudios, ni una buena guitarra. Las únicas guitarras dignas que he tenido han sido las que me construí.

Aprendiste el oficio de “Luthier” por tu cuenta?



No.  Tenía una vieja bicicleta de carreras con la que me las apañaba para hacer de carpintero a domicilio. Hubo un trabajo que me marcó enormemente: me encargaron los soportes de pared para colgar violines y violonchelos en Solé Luthier, de Barcelona. Me impresionó la paz y la sabiduría que se respiraba en ese taller. Por suerte, a Montse y Merçé Solé les gustó mi trabajo y, poco a poco, me fueron encargando diferentes faenas, que yo aprovechaba para empaparme de todo el conocimiento que podía. En una ocasión, entraron a robar, y la puerta quedó muy maltrecha. Me propusieron dormir en el taller hasta que la repararan. Evidentemente, casi no dormí en toda la semana. Aproveché para leer y estudiar todos los libros que había en el taller. Empecé a entender la diferencia entre carpintería y luthiería. Poco después, y bajo su supervisión, empecé a reparar contrabajos para ellas. En esa época aprendí el funcionamiento básico de los instrumentos de arco y su restauración. En lo que se refiere a la guitarra, debo reconocer que no encontré ni un solo taller en el que pudiera aprender, por lo que mi formación como guitarrero se basa en el conocimiento que adquirí de instrumentos de arco, mas todo lo que he podido leer de guitarras y, como no, el inevitable ensayo y error, que tantas alegrías y disgustos no aporta a los que lo practicamos.
¿Nos podrías introducir en tus gustos y preferencias sobre maderas y filosofía en la construcción?


Soy una persona muy sobria, casi parca. Me cuesta enormemente comprender el gusto por lo recargado y superfluo. Por lo que se puede decir que mi guitarra es una guitarra desnuda. Tiene todo lo que tiene que tener para que una guitarra suene: maderas correctas, proporción, buen trabajo, ajuste, etc; pero debo reconocer que no me atrae la decoración, ni, sobretodo, el incremento de precio que supone realizar un trabajo de decoración fina a un instrumento. Creo firmemente en el instrumento como herramienta, y no como fetiche.

¿Que buscas o das más valor en la construcción de una guitarra flamenca, el timbre, la potencia, la comodidad?


Aunque los tres importan, si los tuviera que ordenar por importancia, creo que sería: comodidad, timbre, potencia. Aunque…claro…el timbre es tan importante como la comodidad. ¡Uf! Todo esto es tan subjetivo como guitarristas existen…

¿Que diferencias encuentras entre una guitarra clásica y una flamenca, en la construcción?

 

Creo que poco a poco van confluyendo los gustos entre ambas, aunque aún quedan las diferencias de acción (normalmente más baja en las flamencas), y otra que casi nunca se tiene en cuenta, el golpe, que debe ser generoso en las flamencas.

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¿Qué crees que busca un cliente cuando se dirige a ti para comprar o repara su instrumento?

Pienso que el matíz entre diferentes guitarras puede ser muy sutíl, pero suficiente para que un guitarrista se decida por una o por otra. El que compra bien, es porque ha hecho migas con la guitarra que compra; esa es su guitarra, sin importar nada más. Las guitarras artesanas suelen ser las que más consiguen este efecto. Supongo que el cariño y la dedicación dejan su pequeña impronta.

¿Gracias por tu tiempo. Antes de despedirnos, hay algo que quieras añadir?


A pesar de que es probable que la perfección no exista, creo que todo artesano la ansía. La manera de dirigirse hacia ella es lo que le da a su trabajo una cierta singularidad. Podríamos decir que se produce la construcción con una inevitable visión de autor. De ahí, la importancia de que el guitarrista elija al autor adecuado a su ideal de perfección.

 

Gracias a la  AEGF (Asociación Española de Guitarra Flamenca). www.aegf.es

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